Mario H. Concha Vergara
La moral cristiana dio pie a la Ética medieval estableciendo códigos deontológicos que delimitan o limitan los derechos de los individuos en la sociedad, así como regulan sus deberes para con los otros y consigo mismos.
De esta manera, nacen las “virtudes cardinales” que posibilitan una conducta individual y colectiva de lo éticamente correcto. Su contraparte son los “pecados capitales”, que son el principio de todos los demás pecados y muestran todo lo que es moralmente reprobable, dañino, inmoral y antiético.
Mauricio González U., manifiesta que estos códigos deontológico tienen una sorprendente actualidad al estar “cruzados transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger hospitalariamente al ‘otro’, al prójimo, como una persona válida por sí misma”. Dicho de otra manera, dice, “el entender a los seres humanos que están frente a mí, cualquiera sea su condición, como ‘un interlocutor válido, como un fin en si mismo”. Por lo tanto, el mal moral aparece, o nace, cuando entendemos “al otro” como un “medio” u “objeto” que puede ser usado para nuestro propio beneficio.
El presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, Teniente Coronel del Ejército, en retiro, ex golpista frustrado, llegó al poder galopando en el corcel de la Ética, del castigo a los corruptos, de la denuncia a la pobreza, al sistema, y finalmente convenció a un pueblo necesitado de cambios y de virtudes, para ser llevado al poder, en donde al poco tiempo se olvidaría de los pobres, de los marginados y sacrificó al pueblo trabajador para calificar de pueblo al lumpen, al presidiario, al burocratalumpenburgués, al corrupto, al renegado, al terrorista, al guerrillero, al extorsionador, al traficante y, en especial, al resentido social, pues de él es hechura a imagen y semejanza.
1.-La Soberbia de Hugo Chávez es de antología. Ningún individuo público en la historia continental ha demostrado creer que tiene más autoridad y poder que Dios. Tiene un “amor desordenado de sí mismo”, y como lo dijera Santo Tomás de Aquino, tiene realmente un “apetito desordenado de su propia excelencia”.
Estos individuos soberbios en realidad no creen en Dios, más bien lo odian. Chávez usa a Dios y la religión de acuerdo con su audiencia. Él demuestra mil veces diarias que es la “verdad suprema e infalible. Se vanagloria de sus ventajas obtenidas fraudulentamente como mandatario irrespetuoso de las leyes; se jacta de poseer más fuerza que los demás. Por ejemplo, siempre usa a la Fuerza Armada como escudo de su “revolución” y amenaza a sus oponentes no con la fuerza de la razón sino con la fuerza de las armas. Busca ostensiblemente ganarse el aprecio de los demás basado en la ostentación. Vemos como en sus viajes abraza a sus anfitriones, los tutea, les ofrece ayuda económica, mientras su pueblo se debate en la miseria, etc..
Es jactancioso y se esmera en alabarse así mismo para lo cual usa cadenas radiales, de radio y de TV, sin importarle lo que digan lo demás o lo molesto que puede ser para su pueblo. Trata de hacer valer sus hechos, sus “buenas obras”, aunque sean pocas. Lo peor de todo es que cree que educa al pueblo.
Es un Fausto porque trata de elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando. El lujo en sus vestidos (cada traje le cuesta más de 5 millones de bolívares, que son 3.125 dólares); posee finísimos relojes, tiene bienes personales en el extranjero (recibió millones de dólares de la banca española y chilena), gasta más de lo que económicamente puede, llegando a malversar los fondos del Estado para demostrar que tiene recursos ilimitados.
Chávez es también altanero, trata de modo imperioso a sus ministros, a los militares que lo rodean, a quienes lo acompañan en los actos, etc.
Este personaje es totalmente ambicioso pues no tiene otro norte que elevarse en honores, estar al lado de altos dignatarios, presidentes, reyes, princesas y sentirlos o bien sus iguales o al menos sus pares; le encantan los títulos. Ha ordenado, por ejemplo a la Universidad de Los Llanos entregarle un doctorado Honoris Causa; le gustan las medallas, se hace condecorar y busca falsos reconocimientos. Le gusta, por sobre todo, que lo adulen.
Otro de sus antivalores lo encontramos en su hipocresía. Le encanta autocalificarse de honrado, impoluto, veraz, siendo todo lo contrario. Le gusta aparentar ser lo que no es. Por ejemplo, da clases de ética sin saber realmente su significado.
Chávez es también un presuntuoso y como tal confía demasiado en sí mismo; rechaza consejos. Piensa que él es mejor que todos los demás. A sus ministros los apabulla con catilinadas. Cree que es superdotado cuando en realidad es un súper ignorante.
Es desobediente por naturaleza. Por eso siempre estuvo complotando. Siempre desobedecía a sus superiores. Cuando era enviado al frente, en la frontera, él se enfermaba. La desobediencia es una forma de desprecio para quienes practican el pecado de la soberbia.
La pertinacia es adherirse, según González, al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad y Chávez es cien por ciento pertinaz. Por ejemplo, insiste que los ‘video tapes’ en donde aparecen los criminales de Puente Llaguno están trucados, a pesar de que ellos obtuvieron el Premio Príncipe de Asturias de España 2002; insiste en que las firmas obtenidas, con kilométricas colas de firmantes en las calles de toda Venezuela, son falsas, inexistentes, etc..
Finalmente, Chávez es soberbio porque nunca ha asomado ni una pizca de humildad en su humanidad. Él caerá porque “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes” (Luc. 14).
2.- La Pereza
Según González, este es el pecado más metafísico, en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también problemático en cuanto a su nombre pues la simple pereza u ocio no son una falta en sí. Por eso, el concepto de “acidia”, que denota tristeza de ánimo, es más apropiado. Tristeza que nos aparta de las obligaciones.
Así que la acidia (pereza) tomada en el sentido estricto de la palabra, en cuanto signifique oposición a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. Por ejemplo, el negar el perdón a las injurias, es pecado de pereza.
Descuidar notablemente las obligaciones y deberes. Como los deberes y obligaciones de mandatario, el deber de impulsar la solución a los problemas sociales, combatir la pobreza, combatir el desempleo, la inflación, la mala calidad de vida, etc., es un a pecado mortal. Por lo tanto, Chávez es un perezoso.
Para González, los efectos de la pereza son varios. Entre ellos la repugnancia, y la aversión al bien. Chávez omite el bien o si lo practica, o pretende hacerlo, siempre lo hará defectuosamente.
Otro de los efectos de la pereza es la inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada. Chávez es totalmente inconsistente. Se enamora de proyectos, los ofrece, les hace propaganda y al propio tiempo los desecha o se olvida de ellos. En política es peor. Pide, por ejemplo, una Comisión de la OEA y al poco tiempo la denigra y niega que la haya solicitado. Incita a que la oposición vaya a un referéndum revocatorio y luego dice que él jamás lo aceptará.
Otra característica de estos perezosos es la pusilanimidad y cobardía por el cual el espíritu abatido no se puede o más bien no se atreve, como dice González, a poner manos a la obra y se abandona a la inacción. En el fondo son individuos perdedores. Chávez, por ejemplo, duerme apenas 4 horas diarias y rodeado de guardaespaldas. Usa hasta dos chalecos de kevlar antibalas, cuando se supone que dirigía el “coup d’etat” se escondió en un recinto militar; cuando el 11 de abril del 2002 se sintió acorralado, después de la masacre de inermes marchistas en contra de su gobierno, decidió huir de palacio. Por otro lado, es un hombre incapaz de terminar un proyecto.
Chávez es ocioso por naturaleza; se fuga del trabajo. Inventa viajes, visitas, participa en deportes que le gustan, habla mucho por TV o radio como si ese fuera su trabajo; pero, por sobre todas las cosas ama los placeres del poder, las comodidades, la comida, los vinos...
Es un individuo chismoso, pendiente de rumores, le gusta que le cuenten cuentos y él los cuenta o los inventa. Es curioso y desordenado, le gusta ver, oír, saber. Esto constituye, sin duda, dice González, la actividad casi exclusiva del perezoso.
La acidia o pereza, más que un pecado capital, pareciera ser una enfermedad mental. ¿Será que Chávez es un enfermo mental? – La acidia se identifica con el aburrimiento que sentimos frente al hecho, al solo hecho, de existir y de todo lo que eso implica. Chávez, obviamente es una aburrido de la vida y por eso trama, inventa, urde, crea guerras virtuales, crea enemigos. La vida, sin embargo, es otra cosa. La vida nos exige trabajo, tomar posiciones, asumir retos, crear objetivos y lograrlos. Cuando se es incapaz de asumir ese costo, la vida se transforma en un “vacío”, en un “horror” . (Aburrimiento significa “horror al vacío”).
Por eso, dice González, decimos que la acidia o pereza es el más metafísico de los pecados capitales porque implica no asumir los costos de la existencia, no asumir el mundo real; se escapa constantemente hacia el pasado, los héroes ajenos, las glorias ajenas, los antepasados. Se escapa constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe.
3.- La Lujuria
El apetito desordenado de los deseos eróticos es conocido desde tiempos bíblicos como “lujuria”. En este pecado se envuelven conceptos muy altos en cuanto a la verdad sobre el amor, lo cual significa todo lo contrario al uso de otro individuo como un objeto de satisfacción erótica.
El concepto “Amor” tiene un alto significado para el cristianismo: “Dios es amor”. Amor entonces es capacidad de darse, capacidad de dar. Implica una de las virtudes teologales como lo es la caridad. Por lo tanto, desde este punto de vista, el amor es separado del erotismo puro.
Por lo tanto, de acuerdo con estos principios filosóficos, tanto griegos como cristianos, lo erótico en el amor es prescindible y la “sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad”.
Lujuria entonces, es considerar a las otras personas sin valor; considera a la persona como un objeto que satisface no solamente el apetito carnal sino que también otros apetitos como el del poder y la necesidad de sentirse superior.
El caso de Chávez sería ese. Sus mujeres lo abandonan precisamente por eso, por considerarlas objetos. Sus amigos también.
4.- La Avaricia
Obviamente Chávez tiene un “amor desordenado” por las riquezas que le ha dado el poder. Él ha creído que el fisco y su billetera son completamente compatibles. No escatima en gastos personales que son cargados a la cuenta de la Nación.
El crimen (pecado) de la avaricia no los constituyen las riquezas o su posesión en sí, sino el apego inmoderado, enfermizo a ellas. Por ejemplo, el avión presidencial, el cual se ha transformado más que en un medio de transporte de Chávez, es un fetiche. Los viajes, por cualquier motivo; si el motivo no existe, se inventa, es otra forma de posesión en donde hay una mezcla de lujuria y avaricia. Quiere todo, incluso el mundo.
La avaricia constituye, entonces, un serio pecado capital si se está dispuesto a irrespetar a Dios, a la legalidad existente, y al sentido común con tal de poseer los bienes o servicios. Con este pecado se priva a los demás de los bienes o riquezas que les son necesarios para sobrevivir. Por ejemplo, cada vez que se gastan cientos de miles de dólares en viajes innecesarios se le está quitando la posibilidad de vida a un enfermo renal, de cáncer o de Sida. Por lo tanto, la avaricia también es contraria a la caridad cristiana.
El fraude, el dolo, la malversación, el robo, el perjurio, el hurto, etc., son faltas que van de la mano con la avaricia y los avaros, generalmente, caen en su uso desmedido.
5.- La Gula
Este pecado capital se puede definir como “el uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida”.
Observen ustedes al presidente Chávez cuando era candidato en 1997 y obsérvenlo hoy. Obviamente, esa gordura en su figura es producto de la Gula (aunque algunos dicen que es el excesivo uso de esteroides).
La gula es pecado cuando se llega al hurto, la malversación u otra forma de delito para alimentarse en exceso por el solo placer de hacerlo. Se ha denunciado en varias ocasiones las cuentas de gastos domésticos del Presidente, quien gasta millones de bolívares del Estado en la compra de finos y caros alimentos, bebidas, etc.
Es más pecado aún cuando la gula se acompaña de la blasfemia y la lujuria.
Para González, quien cae en la tentación de la gula no sólo quiere consumir todo el alimento que pueda sino que “quiere consumir al mundo”. Si observamos al personaje Hugo Chávez, escuchamos sus discursos, arengas y diatribas, veremos que el hombre quiere ser el amo absoluto de la América.
6.- La Ira
Este pecado es considerado como el “apetito desordenado de venganza” y es propio de los resentidos sociales, de los incapaces, de los ignorantes, de quienes no razonan y de quienes culpan a todos los demás por sus ineptitudes.
La ira, si no es desordenada, deja de ser pecado. Un padre puede enojarse con un hijo por una mala calificación, o porque rompió un vidrio con una pelota, pero si este enojo o ira están razonados no trasciende más allá del regaño es obviamente un “no pecado”.
El presidente Chávez continuamente se excita o está airado en contra de quienes le adversan o en contra de quienes no siguen sus designios. En sus alocuciones públicas ofrece, por ejemplo, masacrar a quienes puedan poner en peligro su mandato; ofrece usar los tanques y ametralladoras contra sus adversarios políticos. Insulta a jueces y magistrados. Alza continuamente la voz. Parece un energúmeno. La ira no le permite razonar; posteriormente, sus ministros o algún allegado sale a la palestra pública para “interpretar” lo que el Presidente quiso decir.
En otras palabras el uso de la fuerza directa, brutal o verbal, es sinónimo de ira. La violencia se aplica sólo por ira. Se trata de anular al otro así no se tenga la razón. Chávez acostumbra a hacerlo e inventa pleitos para poder aplicar su ira. Su peor mal es que crea su ira; se auto estimula para estar enojado.
Por eso, la ira se convierte en uno de los peores pecados capitales cuando el instinto de destrucción de quien la aplica sobrepasa todo dictado emocional. Sólo se busca destruir al otro. Y, eso es lo que hace Chávez, destruir a la empresa privada, a los partidos políticos, a las organizaciones civiles, a la Fuerza Armada, etc.
7.- La Envidia
Este pecado se puede definir como “el desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria”.
Sin embargo, la envidia no es pecado cuando tenemos tristeza o pena por los bienes adquiridos por otro en forma fraudulenta, o cuando el otro no los merece.
Lo anterior es muy común en las premiaciones u honores que muchas veces se le conceden a individuos que no tienen méritos para ello.
Pero la envidia no es puramente el deseo de los bienes ajenos. Es también la enfermiza angustia de no tener la sabiduría de otros, sus conocimientos, su porte y estatura, su color, su figura, su carácter. En fin, se envidia cualidades ajenas que sabemos no podremos lograr.
El problema con la envidia es que esta se demuestra fácilmente en nuestras actitudes para con los demás. Por ejemplo, Chávez ridiculiza a muchos de sus ministros en público; hace mofa de otros mandatarios o personalidades; se burla de sus detractores u oponentes. En el fondo, eso no es nada más que envidia.
El oportunismo político, la intriga, y Chávez es maestro en eso, la traición, el chisme, la cobardía, se desprenden de la envidia. La envidia es creadora per se de antivalores, los cuales, para el envidioso, se transforman en valores que de tanto alimentarse de mentiras crecen como la espuma.