Editorial
Mantener la apariencia de democracia, con apoyo popular, en un régimen de corte militarista y populista, no ha sido una tarea extremadamente difícil. El presidente Chávez, gracias a su carisma y un maná petrolero sin precedente histórico, ha logrado mantener sectores de la población afectos a él y, además, hacerse del control de los distintos poderes públicos, especialmente del poder judicial , del parlamento y del Consejo Nacional Electoral , que no son sino simples apéndices de su voluntad. Sin embargo, la máscara democrática, sobre todo en el ámbito internacional, se le ha venido resquebrajando, y cada vez son más las voces discrepantes, aún en el ámbito de la izquierda. La razones son claras: la suprema intolerancia política que caracteriza al Presidente, su ambición de eternizarse en el poder y de extenderlo en la América Latina, y al mismo tiempo, el hecho que en el horizonte se percibe que el ciclo extremadamente alcista de los precios de las materias primas, incluyendo al petróleo, parece estar llegando a su fin. Todo ello se conjuga para que comiencen a presentarse gruesos y serios errores políticos, que ponen en duda la capacidad de conducción del “Gran Timonel”.
Esto es lo que precisamente ha acontecido con el informe de Human Rights Watch y que dio lugar a la mas estúpida acción de gobierno, con la expulsión del país de sus representantes valiéndose en una ley de extranjeros que, ciertamente no leyeron, porque no se cumplió con ninguna de las condiciones que esa ley contempla para proceder a la expulsión. Como le dijo una vez Tayllerand a Napoleón con motivo del fusilamiento del duque de Enghien: “Majestad eso es peor que un crimen, es una estupidez”. En efecto, lo que ha logrado el gobierno venezolano con ese atropello es convalidar, haciendo pública y notoria su intolerancia política, además de crear un interés mundial por el contenido del informe de esa ONG.
Los corifeos del gobierno, como era de esperarse, en vez de callar profundizan la estupidez al intentar descalificar no sólo a la organización sino a las personas y convertirlas, una vez más, en peones del imperio. ¿Acaso olvidan las duras críticas que hizo esa ONG al abuso del gobierno norteamericano con los presos en Guantánamo? o la denuncia del golpe de abril. Einstein señaló, refiriéndose al Tercer Reich, que la intolerancia y la estupidez son infinitas. No estamos en una situación análoga a la de la Alemania Nazi, pero en cuanto a la estupidez, las acciones de nuestro autócrata tropical confirman su apreciación acerca del carácter infinito de la misma.
Mantener la apariencia de democracia, con apoyo popular, en un régimen de corte militarista y populista, no ha sido una tarea extremadamente difícil. El presidente Chávez, gracias a su carisma y un maná petrolero sin precedente histórico, ha logrado mantener sectores de la población afectos a él y, además, hacerse del control de los distintos poderes públicos, especialmente del poder judicial , del parlamento y del Consejo Nacional Electoral , que no son sino simples apéndices de su voluntad. Sin embargo, la máscara democrática, sobre todo en el ámbito internacional, se le ha venido resquebrajando, y cada vez son más las voces discrepantes, aún en el ámbito de la izquierda. La razones son claras: la suprema intolerancia política que caracteriza al Presidente, su ambición de eternizarse en el poder y de extenderlo en la América Latina, y al mismo tiempo, el hecho que en el horizonte se percibe que el ciclo extremadamente alcista de los precios de las materias primas, incluyendo al petróleo, parece estar llegando a su fin. Todo ello se conjuga para que comiencen a presentarse gruesos y serios errores políticos, que ponen en duda la capacidad de conducción del “Gran Timonel”.
Esto es lo que precisamente ha acontecido con el informe de Human Rights Watch y que dio lugar a la mas estúpida acción de gobierno, con la expulsión del país de sus representantes valiéndose en una ley de extranjeros que, ciertamente no leyeron, porque no se cumplió con ninguna de las condiciones que esa ley contempla para proceder a la expulsión. Como le dijo una vez Tayllerand a Napoleón con motivo del fusilamiento del duque de Enghien: “Majestad eso es peor que un crimen, es una estupidez”. En efecto, lo que ha logrado el gobierno venezolano con ese atropello es convalidar, haciendo pública y notoria su intolerancia política, además de crear un interés mundial por el contenido del informe de esa ONG.
Los corifeos del gobierno, como era de esperarse, en vez de callar profundizan la estupidez al intentar descalificar no sólo a la organización sino a las personas y convertirlas, una vez más, en peones del imperio. ¿Acaso olvidan las duras críticas que hizo esa ONG al abuso del gobierno norteamericano con los presos en Guantánamo? o la denuncia del golpe de abril. Einstein señaló, refiriéndose al Tercer Reich, que la intolerancia y la estupidez son infinitas. No estamos en una situación análoga a la de la Alemania Nazi, pero en cuanto a la estupidez, las acciones de nuestro autócrata tropical confirman su apreciación acerca del carácter infinito de la misma.
http://www.analitica.com/va/editorial/1223360.asp
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