Con un arma en sus garras Irán: Una amenaza mundial
Mattanya Cohen
Embajador de Israel en El Salvador
Nadie podría haber expuesto mejor, que como lo hizo el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, en su discurso ante Naciones Unidas el 23 de septiembre, las razones del peligro que significa que Irán obtenga armas nucleares.
Contrariamente a la Carta de Naciones Unidas y a las normas de las relaciones internacionales, el presidente iraní utilizó ese fórum para amenazar con destruir países y, en verdad, civilizaciones completas.
En un discurso, más militante que los pronunciados en años anteriores, Ahmadinejad hizo un llamado al derrumbe del sistema global existente; predijo el inminente final del mundo (a través de la llegada del Mesías musulmán para los chiitas), reclamó sobre el control sionista de los gobiernos occidentales e instó a una violenta revolución que traería un futuro utópico.
El presidente iraní agregó que los gobiernos occidentales estaban desafiando la voluntad de Dios, prefiriendo la “obediencia a Satán”, la codicia y la propagación del ateísmo. Advirtió que serán destruidos a menos que acepten su “invitación” al cambio en sus rumbos.
La alta prioridad de Teherán para obtener armas nucleares fue clara en el discurso de Ahmadinejad. Anunció que su país no cooperaría —en el futuro— en ninguna investigación internacional con respecto a esa cuestión declarando que el tema “ahora está cerrado”.
Ahmadinejad tiene buenas razones para comparar su situación con los ex poderes fascistas porque, hoy, en el mundo moderno, su régimen es el más próximo a esos totalitarismos. La Alemania nazi soñó, y se condujo, hacia la construcción de bombas nucleares —armas cuya posesión debería haber garantizado su triunfo y una larga oscuridad en el mundo— mientras que, ahora, Irán tiene su poderosa arma entre sus garras.
El antisemitismo fue, también, una parte central de la visión del mundo de Ahmadinejad. Reclamó que “un pequeño y engañoso número de personas llamadas ‘sionistas’ dominan los centros financieros y políticos de Europa y Estados Unidos, de manera fraudulenta, compleja y furtiva”.
Que no haya equivocación: “sionismo” es sinónimo de nación judía, y usar la palabra “sionistas” en lugar de “judíos” es un falso intento de legitimar un descarado discurso de odio.
La cuestión no es que Ahmadinejad sostiene ideas extrañas sobre los judíos y el mundo. El problema es que él y el régimen que encabeza tienen el poder de poner en práctica su pensamiento, accionando sobre muchos oficiales de las ex Guardias Revolucionarias Islámicas, los creyentes de la ideología radical islámica más extremista y los que apoyan el terrorismo.
En un comentario, sobre el intento iraní de ganar un lugar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la canciller israelí, Tzipi Livni, afirmó en su discurso: “Es absurdo que un país que amenaza la seguridad de sus vecinos y llama a la destrucción de otro Estado se convierta en miembro de la organización que pretende contribuir a la seguridad global”.
El régimen de Irán conlleva 5 elementos: la dura represión de su propio pueblo; los esfuerzos para difundir, en todas partes, la revolución; el odio extremo a Occidente e Israel; la alta propensión hacia la violencia y el sistemático financiamiento del terrorismo internacional. Es decir, tiene la oportunidad y el motivo de cometer el mayor de los crímenes del siglo XXI: promover una guerra nuclear cuyo resultado será de millones de muertos en muchos países.
Ahmadinejad y sus colegas hablaron, de manera entusiasta, de un mundo sin Israel y un mundo sin América. Si la comunidad internacional no actúa, con convicción, contra el actual régimen iraní, podría convertirse en ser un mundo sin prosperidad, sin paz y sin libertad para todos.
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