Por Emilio Nouel
Antes de dejarlo así, pensé unos minutos que podía sonar muy duro, o ser políticamente incorrecto, el título que encabeza estas líneas. Pero es mucho lo que está en juego el 23N, y a veces, no nos queda más que ser ásperos.
No pretendo, por supuesto, insultar a nadie, ni desconocer el derecho de cada quien a hacer lo que le venga en gana, sino a llamar la atención sobre el sempiterno problema de la abstención, haciendo paráfrasis de una expresión que hizo famosa Bill Clinton para enfatizar la importancia del tema económico (”Es la economía, idiota, la economía”).
A pesar de que algunas encuestas indican que existe una mayor inclinación a votar en las venideras elecciones, en ciertos sectores, sobre todo de la clase media metropolitana de Caracas y de las ciudades más importantes, se sigue registrando una actitud displicente, coloquialmente hablando, “antiparabólica”, que no puedo calificar sino de idiota y suicida.
La estupidez e inconciencia de algunos llega hasta tal punto, que no es infrecuente encontrarse con quienes se dicen de la oposición, manifestar que en vista de que en su municipio no se dio la unión de las fuerzas democráticas, entonces, como castigo, se abstendrán. Hay otros que al ver que sus preferencias personales no se ven confirmadas por las encuestas, se preguntan si vale la pena ir a votar.
Lo lamentable de todo esto es que tales actitudes son reforzadas por grupos de supuestos técnicos electorales que se han dedicado a sembrar dudas de manera irresponsable y más allá de lo razonable, acerca del proceso electoral.
¡Se ha visto mayor insensatez¡ Estas personas no se percatan que tal proceder las perjudicará igualmente. Incluso, llegamos a pensar, a veces, que aquellos son sólo pretextos que esconden la flojera.
Porque no comprenden que lo que está en riesgo es algo más importante que una elección de gobernador o alcalde; nos estamos jugando la vida democrática y la libertad de nuestro país, las cuales están amenazadas por un camarilla política enloquecida que busca instaurar una tiranía.
En circunstancias normales, quizás nos podríamos “dar el lujo” de permanecer indiferentes, y hasta negarnos a ir a votar. Pero no es éste el caso.
Es imperativo que votemos, no sólo para colocar a funcionarios eficaces en la solución de los variados problemas de nuestras regiones o municipios, sino también para ocupar espacios político-institucionales que sirvan de cortafuegos a las pretensiones antidemocráticas del gobierno actual.
La defensa de la descentralización político-administrativa es nuestra bandera; es una conquista democrática del pueblo que por necesaria y conveniente no debe ser revertida, como lo quieren quienes se han apropiado de todas las instancias de poder. A todo intento de suprimirla o anularla, hay que responder firme y decididamente, eligiendo a los que se identifican con ella y desean profundizarla.
Pero por encima de la ineludible y legítima defensa de este valor tan caro, está aún otra pelea, superior, la que estamos librando por preservar nuestras libertades, no sólo las políticas, sino también las civiles y económicas.
Ir a votar el 23N es un hito más en esa lucha sin descanso que los venezolanos demócratas debemos dar. No es la solución definitiva a los problemas, pero es un paso indispensable en el largo camino por la recuperación de un clima político civilizado y armónico que vaya cerrando el paso a la intolerancia, el sectarismo y la incompetencia gubernamental, así como a los intentos de establecer una sociedad totalitaria.
Parte importante de nuestra clase media es presa fácil del discurso de la antipolítica y el antipartidismo, que, por lo general, conduce a la abstención. Aunque muchas de sus críticas a los líderes y partidos políticos pudiéramos compartirlos, otras no, simplemente, porque son equivocadas o son producto de la poca comprensión del papel que cumplen esas organizaciones en toda democracia.
De aquí al 23N todos los que están conscientes de la significación de esta encrucijada, estamos obligados a incorporarnos a una cruzada por el voto y su defensa, en especial, en la zona metropolitana, la cual, por su población, está llamada a compensar el peso de otros sectores o regiones en las que es más difícil la penetración del mensaje de los grupos democráticos.
La libertad, ya bastante golpeada, la podemos perder. Tenemos muestras de sobra para entender las amenazas que se ciernen sobre Venezuela. Pongámosle freno a la deriva tiránica que sigue el gobierno, y salgamos a votar todos.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5982541.asp
Antes de dejarlo así, pensé unos minutos que podía sonar muy duro, o ser políticamente incorrecto, el título que encabeza estas líneas. Pero es mucho lo que está en juego el 23N, y a veces, no nos queda más que ser ásperos.
No pretendo, por supuesto, insultar a nadie, ni desconocer el derecho de cada quien a hacer lo que le venga en gana, sino a llamar la atención sobre el sempiterno problema de la abstención, haciendo paráfrasis de una expresión que hizo famosa Bill Clinton para enfatizar la importancia del tema económico (”Es la economía, idiota, la economía”).
A pesar de que algunas encuestas indican que existe una mayor inclinación a votar en las venideras elecciones, en ciertos sectores, sobre todo de la clase media metropolitana de Caracas y de las ciudades más importantes, se sigue registrando una actitud displicente, coloquialmente hablando, “antiparabólica”, que no puedo calificar sino de idiota y suicida.
La estupidez e inconciencia de algunos llega hasta tal punto, que no es infrecuente encontrarse con quienes se dicen de la oposición, manifestar que en vista de que en su municipio no se dio la unión de las fuerzas democráticas, entonces, como castigo, se abstendrán. Hay otros que al ver que sus preferencias personales no se ven confirmadas por las encuestas, se preguntan si vale la pena ir a votar.
Lo lamentable de todo esto es que tales actitudes son reforzadas por grupos de supuestos técnicos electorales que se han dedicado a sembrar dudas de manera irresponsable y más allá de lo razonable, acerca del proceso electoral.
¡Se ha visto mayor insensatez¡ Estas personas no se percatan que tal proceder las perjudicará igualmente. Incluso, llegamos a pensar, a veces, que aquellos son sólo pretextos que esconden la flojera.
Porque no comprenden que lo que está en riesgo es algo más importante que una elección de gobernador o alcalde; nos estamos jugando la vida democrática y la libertad de nuestro país, las cuales están amenazadas por un camarilla política enloquecida que busca instaurar una tiranía.
En circunstancias normales, quizás nos podríamos “dar el lujo” de permanecer indiferentes, y hasta negarnos a ir a votar. Pero no es éste el caso.
Es imperativo que votemos, no sólo para colocar a funcionarios eficaces en la solución de los variados problemas de nuestras regiones o municipios, sino también para ocupar espacios político-institucionales que sirvan de cortafuegos a las pretensiones antidemocráticas del gobierno actual.
La defensa de la descentralización político-administrativa es nuestra bandera; es una conquista democrática del pueblo que por necesaria y conveniente no debe ser revertida, como lo quieren quienes se han apropiado de todas las instancias de poder. A todo intento de suprimirla o anularla, hay que responder firme y decididamente, eligiendo a los que se identifican con ella y desean profundizarla.
Pero por encima de la ineludible y legítima defensa de este valor tan caro, está aún otra pelea, superior, la que estamos librando por preservar nuestras libertades, no sólo las políticas, sino también las civiles y económicas.
Ir a votar el 23N es un hito más en esa lucha sin descanso que los venezolanos demócratas debemos dar. No es la solución definitiva a los problemas, pero es un paso indispensable en el largo camino por la recuperación de un clima político civilizado y armónico que vaya cerrando el paso a la intolerancia, el sectarismo y la incompetencia gubernamental, así como a los intentos de establecer una sociedad totalitaria.
Parte importante de nuestra clase media es presa fácil del discurso de la antipolítica y el antipartidismo, que, por lo general, conduce a la abstención. Aunque muchas de sus críticas a los líderes y partidos políticos pudiéramos compartirlos, otras no, simplemente, porque son equivocadas o son producto de la poca comprensión del papel que cumplen esas organizaciones en toda democracia.
De aquí al 23N todos los que están conscientes de la significación de esta encrucijada, estamos obligados a incorporarnos a una cruzada por el voto y su defensa, en especial, en la zona metropolitana, la cual, por su población, está llamada a compensar el peso de otros sectores o regiones en las que es más difícil la penetración del mensaje de los grupos democráticos.
La libertad, ya bastante golpeada, la podemos perder. Tenemos muestras de sobra para entender las amenazas que se ciernen sobre Venezuela. Pongámosle freno a la deriva tiránica que sigue el gobierno, y salgamos a votar todos.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5982541.asp
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