DESDE EL PUENTE
Por Oswaldo Álvarez Paz
En Venezuela caen aceleradamente todas las caretas. Convertida en estos años en el reino mundial del disimulo y la mentira, entre marchas y contramarchas tácticas, la verdadera intencionalidad del régimen no solamente está a la vista, sino también respaldada por iniciativas concretas que no dejan margen a las dudas. Hugo Chávez acelera la construcción del marco legal necesario para destruir la República federal, descentralizada y, por supuesto, democrática de Venezuela. La que aún consagra la vigente Constitución. En sus bases fundamentales, la misma República fundada por el General en Jefe José Antonio Páez en 1.830. En medio de altas y bajas, de severas turbulencias y extraños períodos de paz, sobrevivió al siglo XIX, se mantuvo en el XX y hasta ha logrado sobrevivir en lo que va de siglo XXI.
Esa República tuvo grandes virtudes aunque desarrolló vicios y desviaciones que los limitaron. Sobre todo cuando el presidencialismo agudo, la exagerada dosis de centralismo como cultura de concentración del poder en pocas manos y el flagelo del sectarismo partidista hicieron ineficientes los principios básicos de la federación, quizás por la falta de coraje, desprendimiento y visión del liderazgo de las décadas anteriores a la actual. Se reaccionó tarde y con timidez. Sin embargo, los trabajos de la Comisión para la Reforma del Estado –COPRE- sirvieron para el gran impulso rescatador de esos principios, desmontar los vicios, difundir el poder y, en síntesis, construir un sistema verdaderamente federal, descentralizado y participativo.
Esa República tuvo grandes virtudes aunque desarrolló vicios y desviaciones que los limitaron. Sobre todo cuando el presidencialismo agudo, la exagerada dosis de centralismo como cultura de concentración del poder en pocas manos y el flagelo del sectarismo partidista hicieron ineficientes los principios básicos de la federación, quizás por la falta de coraje, desprendimiento y visión del liderazgo de las décadas anteriores a la actual. Se reaccionó tarde y con timidez. Sin embargo, los trabajos de la Comisión para la Reforma del Estado –COPRE- sirvieron para el gran impulso rescatador de esos principios, desmontar los vicios, difundir el poder y, en síntesis, construir un sistema verdaderamente federal, descentralizado y participativo.
Lamentablemente ese esfuerzo se diluyó en la segunda mitad de los noventa y se liquida en esta década infernal, bajo un régimen ideologizado hacia el socialismo comunista. Se desdibuja la República como la hemos conocido hasta ahora con riesgo de desparecer. En su lugar, Venezuela pasa a estar regida por un Estado totalitario, centralista, socialista a la cubana, militarizado y dirigido por un autócrata megalómano que construye su proyecto al margen y en contra de la Constitución. Se desmonta la democracia desde la democracia misma y se liquida el estado de derecho desde una “legalidad” ilegítima impulsada por el abuso del poder y la acción corrompida y corruptora de los gobernantes.
Todas las leyes producto de la Ley Habilitante dictadas por el Presidente Chávez, sin excepción, caminan en la dirección señalada, hacia el estado comunal socialista, la concentración total del poder, la criminalización de la disidencia, la militarización de la sociedad para afianzar el control y la ilusión de la presidencia vitalicia de Chávez. Los candidatos a gobernadores y alcaldes, ganado o perdiendo, tienen la obligación patriótica de convertirse en los jefes de la resistencia, en muros de contención a estos propósitos y protagonistas insustituibles del esfuerzo para revertir hacia lo positivo la ineficiencia y perversidad del actual régimen. Venezuela necesita un Pacto Federal liderizado por ellos.
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