Por Ana Julia Jatar
Hay gobiernos que mienten, y son malos, pero hay gobiernos que se creen sus propias mentiras y son peores. Y es que los primeros, por lo general, se aprestan a arreglar las cosas antes de que los descubran, mientras que los segundos, al convencerse de sus propios inventos, se hunden en el caos y el descontrol. Desafortunadamente, esto último es exactamente lo que le viene sucediendo a Venezuela.
El gobierno de Chávez se ha caracterizado por mentir descaradamente sobre todos los temas que tengan que ver con su gestión, sean estos los niveles de producción de Pdvsa, el desabastecimiento, los apagones, la inflación, la falta de agua, la corrupción o el número de muertos por violencia. Repiten con convicción sus mentiras y no mueven un dedo para resolver los problemas que ahogan el país.
Eso sí, se movilizan con ridícula devoción patriótica para defenderse del “imperio” gringo, el único culpable de que algo les salga mal. No nos debe extrañar entonces que en vez de gastar recursos para solucionar apagones o evitar muertos en las calles, el Gobierno despilfarre miles de millones de dólares en una escalada armamentista –solamente en compras a Rusia hemos gastado 5 millardos de dólares– y en construir alianzas “multipolares” para enfrentar invasiones, golpes de Estado, saboteos o “baños de sangre", todos provocados –por supuesto – por la oposición pitiyanki. En fin, las mentiras de este gobierno y el hecho de que se las crea, le ha costado al país no solo millardos de dólares sino lo que es peor, miles de vidas venezolanas.
Pero lo que ya raya en el paroxismo, lo que debemos entender como el reflejo de su ya conocido narcisismo, es que Chávez nos diga que él nos volvió “inmunes” ante la crisis financiera que enfrenta el mundo.
Más inconcebible aún, es que se crea que la recesión mundial no nos va a afectar.
Que niegue enfermizamente la realidad y anuncie al país que no importa que el petróleo caiga por debajo de los 55 dólares el barril, porque supuestamente Venezuela -para su bien- ya se apartó del capitalismo, es, más que una mentira, una estupidez. Como bien dice Chávez, Venezuela sobrevivirá a esta crisis, pero será a pesar de la irresponsabilidad de su gobierno.
Los países no se acaban con las crisis económicas, pero los gobiernos sí. Recordemos como se acabaron las dictaduras de Argentina y Uruguay con la crisis económica de 1982.
En el caso nuestro, la estrategia económica actual basada en una economía estatizada y controlada que depende del gasto público para crecer, ya muestra que, más que amortiguar los golpes de la crisis internacional, los amplifica.
Por eso, el riesgo país ha marcado esta semana su record histórico, sobrepasando los 1.700 puntos y el innombrable se montó por encima de los 6.000 bolívares.
Venezuela seguirá, herida y maltratada, después de diez años de retroceso entre intolerancia, derrotas autoinfligidas y oportunidades perdidas. Pero lo que no seguirá es la corrupta revolución bolivariana.
No hay manera que persista un sistema basado en la repartición para comprar voluntades, cuando ya no haya con qué comprarlas. Ya me imagino a Chávez retirado, contándole sus fantasías al general Galtieri.
El gobierno de Chávez se ha caracterizado por mentir descaradamente sobre todos los temas que tengan que ver con su gestión, sean estos los niveles de producción de Pdvsa, el desabastecimiento, los apagones, la inflación, la falta de agua, la corrupción o el número de muertos por violencia. Repiten con convicción sus mentiras y no mueven un dedo para resolver los problemas que ahogan el país.
Eso sí, se movilizan con ridícula devoción patriótica para defenderse del “imperio” gringo, el único culpable de que algo les salga mal. No nos debe extrañar entonces que en vez de gastar recursos para solucionar apagones o evitar muertos en las calles, el Gobierno despilfarre miles de millones de dólares en una escalada armamentista –solamente en compras a Rusia hemos gastado 5 millardos de dólares– y en construir alianzas “multipolares” para enfrentar invasiones, golpes de Estado, saboteos o “baños de sangre", todos provocados –por supuesto – por la oposición pitiyanki. En fin, las mentiras de este gobierno y el hecho de que se las crea, le ha costado al país no solo millardos de dólares sino lo que es peor, miles de vidas venezolanas.
Pero lo que ya raya en el paroxismo, lo que debemos entender como el reflejo de su ya conocido narcisismo, es que Chávez nos diga que él nos volvió “inmunes” ante la crisis financiera que enfrenta el mundo.
Más inconcebible aún, es que se crea que la recesión mundial no nos va a afectar.
Que niegue enfermizamente la realidad y anuncie al país que no importa que el petróleo caiga por debajo de los 55 dólares el barril, porque supuestamente Venezuela -para su bien- ya se apartó del capitalismo, es, más que una mentira, una estupidez. Como bien dice Chávez, Venezuela sobrevivirá a esta crisis, pero será a pesar de la irresponsabilidad de su gobierno.
Los países no se acaban con las crisis económicas, pero los gobiernos sí. Recordemos como se acabaron las dictaduras de Argentina y Uruguay con la crisis económica de 1982.
En el caso nuestro, la estrategia económica actual basada en una economía estatizada y controlada que depende del gasto público para crecer, ya muestra que, más que amortiguar los golpes de la crisis internacional, los amplifica.
Por eso, el riesgo país ha marcado esta semana su record histórico, sobrepasando los 1.700 puntos y el innombrable se montó por encima de los 6.000 bolívares.
Venezuela seguirá, herida y maltratada, después de diez años de retroceso entre intolerancia, derrotas autoinfligidas y oportunidades perdidas. Pero lo que no seguirá es la corrupta revolución bolivariana.
No hay manera que persista un sistema basado en la repartición para comprar voluntades, cuando ya no haya con qué comprarlas. Ya me imagino a Chávez retirado, contándole sus fantasías al general Galtieri.
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