Por Sadio Garavini di Turno
Toda legitimidad se deteriora, después de una prolongada ineficiencia” nos dice el politólogo italiano Giovanni Sartori. Efectivamente, la “magia carismática” de Chávez, entre los sectores populares, se está deteriorando, frente las evidencias de una realidad, que muestra sin necesidad de demostrar. Después de diez años de un gobierno que ha tenido a su disposición los mayores recursos sostenidos en toda la historia del país, tanto en términos absolutos como relativos, la ineficiencia del gobierno es abismal. La inseguridad es espantosa y los servicios públicos, en particular los hospitales, se encuentran en un estado lastimoso. En un país riquísimo en energía, hemos tenido tres apagones a nivel nacional en menos de un año. A esto habría que agregarle la inflación más alta del continente y el fenómeno recurrente del desabastecimiento, sólo remediado, coyunturalmente y mientras haya suficientes fondos, con la importación masiva, la cual a su vez, reduce la producción nacional y aumenta el desempleo formal. El gobierno se ha preocupado de fomentar el consumo en las clases más desposeídas, a través de mecanismos de reparto de la renta petrolera, útiles para aliviar situaciones de necesidad inmediata, poco sostenibles, por cierto, en la época de “vacas flacas” que se avecina, pero no se ha dedicado a aumentar la capacidad del pueblo para sostenerse autónomamente en el tiempo. Se le dio el pescado, pero no se le enseñó a pescar. Eso lo demuestra ampliamente el hecho de que la escolaridad promedio del trabajador venezolano era de siete años en 1998 y lo sigue siendo en la actualidad, cuando los países desarrollados se caracterizan por tener una escolaridad promedio superior a los once años.
Los gobernadores y alcaldes chavistas han sido, en su gran mayoría de una incapacidad e ineficiencia superlativas, por eso el caudillo-presidente intenta, por todos los medios, de transformar las elecciones regionales en un plebiscito alrededor de su persona, que mantiene, a pesar del deterioro, una popularidad muy superior a la de sus colaboradores. El problema es que la “magia” del dedazo de Chávez ya no es tan poderosa, por eso las múltiples candidaturas disidentes del chavismo. Una fuente muy seria me ha transmitido la información que una persona muy cercana al caudillo está muy preocupada porque Chávez cree que va a ganar todas la gobernaciones, cuando la realidad indica que se van a perder varias. Obviamente, la preocupación tiene que ver con la posible reacción del inestable caudillo en la noche de la derrota. En los últimos meses, ha habido una evidente deriva autoritaria del régimen. La violación de los derechos políticos de los candidatos inhabilitados y de los electores a quienes se les ha impedido poder votar por esos candidatos, además de constituir una discriminación política inconstitucional es una clara maniobra antidemocrática que lesiona el pluralismo del sistema político venezolano. La inédita expulsión de José Miguel Vivanco de Human Rights Watch, los acosos y molestias en los aeropuertos a periodistas y académicos, nacionales y extranjeros, críticos del gobierno, los atentados con explosivos, por parte de grupúsculos violentos, afectos al régimen y las intimidaciones y el “terrorismo” fiscal y administrativo en contra de medios de comunicación, evidencian un aumento de las conductas despóticas del gobierno, con el objetivo probable de asustar a los ciudadanos, particularmente entre los sectores medios, para fomentarles la propensión a la abstención y al exilio. Las elecciones del 23 de noviembre son cruciales, hay que estar a la altura del tiempo que nos tocó vivir y votar.
Toda legitimidad se deteriora, después de una prolongada ineficiencia” nos dice el politólogo italiano Giovanni Sartori. Efectivamente, la “magia carismática” de Chávez, entre los sectores populares, se está deteriorando, frente las evidencias de una realidad, que muestra sin necesidad de demostrar. Después de diez años de un gobierno que ha tenido a su disposición los mayores recursos sostenidos en toda la historia del país, tanto en términos absolutos como relativos, la ineficiencia del gobierno es abismal. La inseguridad es espantosa y los servicios públicos, en particular los hospitales, se encuentran en un estado lastimoso. En un país riquísimo en energía, hemos tenido tres apagones a nivel nacional en menos de un año. A esto habría que agregarle la inflación más alta del continente y el fenómeno recurrente del desabastecimiento, sólo remediado, coyunturalmente y mientras haya suficientes fondos, con la importación masiva, la cual a su vez, reduce la producción nacional y aumenta el desempleo formal. El gobierno se ha preocupado de fomentar el consumo en las clases más desposeídas, a través de mecanismos de reparto de la renta petrolera, útiles para aliviar situaciones de necesidad inmediata, poco sostenibles, por cierto, en la época de “vacas flacas” que se avecina, pero no se ha dedicado a aumentar la capacidad del pueblo para sostenerse autónomamente en el tiempo. Se le dio el pescado, pero no se le enseñó a pescar. Eso lo demuestra ampliamente el hecho de que la escolaridad promedio del trabajador venezolano era de siete años en 1998 y lo sigue siendo en la actualidad, cuando los países desarrollados se caracterizan por tener una escolaridad promedio superior a los once años.
Los gobernadores y alcaldes chavistas han sido, en su gran mayoría de una incapacidad e ineficiencia superlativas, por eso el caudillo-presidente intenta, por todos los medios, de transformar las elecciones regionales en un plebiscito alrededor de su persona, que mantiene, a pesar del deterioro, una popularidad muy superior a la de sus colaboradores. El problema es que la “magia” del dedazo de Chávez ya no es tan poderosa, por eso las múltiples candidaturas disidentes del chavismo. Una fuente muy seria me ha transmitido la información que una persona muy cercana al caudillo está muy preocupada porque Chávez cree que va a ganar todas la gobernaciones, cuando la realidad indica que se van a perder varias. Obviamente, la preocupación tiene que ver con la posible reacción del inestable caudillo en la noche de la derrota. En los últimos meses, ha habido una evidente deriva autoritaria del régimen. La violación de los derechos políticos de los candidatos inhabilitados y de los electores a quienes se les ha impedido poder votar por esos candidatos, además de constituir una discriminación política inconstitucional es una clara maniobra antidemocrática que lesiona el pluralismo del sistema político venezolano. La inédita expulsión de José Miguel Vivanco de Human Rights Watch, los acosos y molestias en los aeropuertos a periodistas y académicos, nacionales y extranjeros, críticos del gobierno, los atentados con explosivos, por parte de grupúsculos violentos, afectos al régimen y las intimidaciones y el “terrorismo” fiscal y administrativo en contra de medios de comunicación, evidencian un aumento de las conductas despóticas del gobierno, con el objetivo probable de asustar a los ciudadanos, particularmente entre los sectores medios, para fomentarles la propensión a la abstención y al exilio. Las elecciones del 23 de noviembre son cruciales, hay que estar a la altura del tiempo que nos tocó vivir y votar.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/7887257.asp
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