En un artículo publicado
por Elías Pino Iturriet
a en El Universal del sábado 30 de agosto, bajo el título “Comparaciones con Chávez”, el prestigioso historiador nos dice que hay que tener mucho cuidado al establecer relaciones entre Chávez y Hitler o Mussolini. En parte tiene razón el profesor ya que Chávez no es un tirano genocida. En el artículo se dice que a Chávez, Hitler y Mussolini no hay que “meterlos en un solo saco para caerle a palos al criollo porque se parece a un alemán y a un italiano malditos, o porque hace o quiere hacer como ellos en el gobierno”. (Negritas añadidas). Claro, por un lado, no se parece a los dos tiranos europeos, entre otras cosas porque no ha hecho la guerra y no ha podido hacer lo que Mussolini hizo en 23 años y Hitler en 12. Ahora bien, no hay duda de que sí hace o quiere hacer lo que ellos hicieron en el gobierno.
En primer lugar, Chávez, bajo los consejos del desparecido fascista Ceresole ha seguido el camino de Hitler con aquello de “un líder, un pueblo” que es lo mismo que “ein Volk, ein Führer”. También siguió el camino que Carl Schmitt le aconsejó a Hitler para permanecer en el poder: crear un enemigo. En el caso de Hitler el enemigo fueron los judíos, en el caso de Chávez los “escuálidos”, es decir todos lo que no están con él. Hitler quería que el Tercer Reich durara mil años. Chávez no quiere tanto pero sí quiere permanecer en el poder hasta que su vejez ya no se lo permita. Hitler acabó con la separación de los poderes del Estado. Chávez ha hecho lo mismo: todos lo poderes los controla él. Valiéndose del incendio del Reichstag, Hitler logró que ese parlamento alemán le delegara todos sus poderes legislativos. En efecto, el Reichstag alemán aprobó, el 23 de marzo de 1933, la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) a la que se le conoció como “Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich. Esa ley habilitaba al Canciller Hitler para aprobar leyes sin la participación del parlamento. Chávez también obtuvo de la Asamblea su ley habilitante de la que se ha valido para imponernos totalitariamente 26 decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley. Estos decretos ratifican que en Venezuela, la voluntad del “Comandante”, al igual que la del Führer en la Alemania nazi, tiene fuerza de ley.
Hay algo más que tienen en común el dictador alemán y el comandante criollo. El primero logró con los “juristas del horror”, darle una estructura pseudo-jurídica y totalitaria a su régimen. Chávez ha hecho lo mismo, contando con lo que algunos “juristas del error” —aún no alcanzan la categoría de “juristas del horror”— hicieron en la asamblea constituyente y hacen ahora en la Asamblea Nacional y en el Tribunal Supremo de Justicia.
Hitler acabó con la justicia en Alemania. Los jueces hacían lo que él quería. En la Alemania nazi se llegó al extremo de que en la Corte Suprema del Reich había una Sala, conocida como la Sala del Führer, en la que se dictaban las sentencias que Hitler y sus fieles secuaces del Ministerio Público ordenaban. Nuestro comandante también tiene una Sala parecida en el Tribunal Supremo de Justicia.
Hitler despreciaba a las organizaciones internacionales. En 1933 hizo que Alemania se retirara, junto con Japón, de la Sociedad de las Naciones. Chávez afirma que la OEA ha sido un apéndice del Imperio del Norte. Si la Corte Interamericana de Derechos Humanos sigue condenando a Venezuela es posible que Chávez, al igual que Fujimori, no reconozca la jurisdicción de dicho Tribunal internacional.
Chávez tiene en común con Hitler y Mussolini que es muy carismático, como lo fueron ellos. Ahora bien el hecho de ser carismático puede ser para bien o para mal y me temo, que en el caso de los tres personajes, el carisma condujo al mal. En un artículo publicado por Heinz Sonntag bajo el título “·El Carisma y sus Avatares”, nuestro querido profesor nos dice lo siguiente:
“ Escribe Weber: «Sobre la validez del carisma decide el reconocimiento por los dominados, nacido de y asegurado por la aceptación, originalmente del milagro, luego de la prueba de la praxis, la libre entrega a la revelación, el culto de la leyenda heroica y la confianza en el líder.» Esto implica que la dominación no necesita de normas y reglas, sino de la palabra y la orden del Führer. Un régimen carismático es esencialmente apolítico, no se basa en una Constitución y un sistema legal, es arbitrario y personalista por naturaleza.
Chávez es un personaje carismático, por la forma en que intenta ejercer el poder: el “paquetazo” y antes la rechazada “reforma constitucional” reflejan su autopercepción del liderazgo, al tiempo que el apoliticismo, disfrazado de una verborrea que no solo no comunica sino que impide el diálogo con el pueblo, se revela como otra característica de su régimen: como carismático es inherentemente autocrático y tendencialmente totalitario.”
Otra similitud entre los tres sujetos es el narcisismo histriónico, tal vez más acentuado en el comandante que en el alemán y el italiano, ya que éstos no pronunciaban peroratas de cinco horas y más, constantemente.
También se parecen Hitler, Mussolini y Chávez en su concepción del mundo. Hitler tenía su “Weltsanschaung”, su visión de un mundo a su modelo; Mussolini su visión imperial, su afán de recrear el Imperio Romano en África; Chávez quiere imponer su “bolivarianismo” en toda América Latina y en el Caribe. La diferencia radica en que los dos primeros quisieron imponer sus visiones por la fuerza de las armas, mientras que el comandante quiere hacerlo con la fuerza de los dólares provenientes del petróleo, que maneja a su antojo, como si fueran suyos.
La semejanza con Hitler la hallamos en el uso de la propaganda. Hitler la perfeccionó con Goebels, con la técnica de que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad. Chávez tiene un equipo muy sofisticado y profesional que lo asesora en propaganda, en imagen. Tiene incluso asesores del Imperio al que tanto se opone: reconocidos profesionales de los Estados Unidos, lobbies por doquier. En eso de la propaganda y de la imagen se aprovecha de cualquier oportunidad, aunque a veces les salgan mal las cosas. Hitler lo hizo con los Juegos Olímpicos de Berlín: grandiosos, espectaculares pero en los que, para desgracia del dictador el atleta con más medallas de oro fue el americano negro Jesse Owen. En los Juegos Olímpicos de Beijing, Chávez no escatimó en los gastos. La propaganda oficial subrayaba lo numeroso de la delegación venezolana y anunciaba una cosecha de oro. Tuvo que contentarse con una medalla de bronce —bien conquistada, es bueno decirlo, por una excelente deportista del estado Carabobo.
Como Hitler, Chávez crea su ejército particular. En la Alemania nazi se llamaba SS y tenía más poder que el Ejército regular, la Wehrmacht. Chavéz crea la “Milicia” que depende directamente de él y no obedece sino a él. Mussolini tenía sus “Camisas Negras”, con las mismas características.
Ahora bien hay una diferencia fundamental entre Hitler, Mussolini y Chávez: a los dos primeros hubo que sacarlos por la fuerza y ellos no murieron de muerte natural. Chávez saldrá del poder por vía democrática y somos los venezolanos quienes vamos a lograr esa salida, sin tener que valernos de fuerzas aliadas y lo más probable es que muera, de avanzada edad en un lecho en el extranjero o en un asilo.
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